domingo, 17 de abril de 2011

El doctor debe saberlo

Por: Luza Alvarado

Imaginemos la escena: sala de espera del consultorio médico, la música ambiental suena de fondo mientras paseamos los ojos fingiendo "leer" una revista de chismes. A pesar de los distractores, en nuestra cabeza resuena la misma cantaleta: "se lo digo, no se lo digo, se lo digo, no se lo digo, se lo digo, no, mejor no se lo digo". ¿Por qué ocultamos información al doctor? ¿Acaso la figura del médico nos impone tanto que sentimos pudor, vergüenza o miedo a ser reprendidos? ¿O es que tememos reconocer que somos vulnerables? 
Por más que nos esforcemos, los médicos saben que, durante el interrogatorio, los pacientes les guardamos secretos. Solemos omitir detalles que nos incomodan o nos avergüenzan, siendo que éstos podrían acortar el camino para sanar. Sin embargo, por más trabajo que nos cueste, hay detalles fundamentales que un doctor debe saber:
1. No sé por qué tememos comunicarle al "doctor de la familia" que hemos acudido a un especialista en busca de una segunda opinión. ¿Pero dónde dice que tenemos que guardarle fidelidad a un médico? Quizás, por lo menos en este punto, los responsables no seamos los pacientes, sino ciertos galenos y su celo profesional. La realidad indica que visitar a dos médicos, sobre todo cuando se trata de cuestiones graves, no sólo es recomendable sino necesario. Lo que no vea uno quizás lo encuentre el otro. Pero ojo: si un médico nos envía un medicamento, tenemos que comunicárselo al otro, pues hay tratamientos incompatibles y si los tomamos al mismo tiempo, podemos provocarnos más daño que beneficio.
2. Desaparecieron los síntomas, olvidamos la receta, la pastilla X nos provocó otro malestar, el medicamento no entraba en nuestro presupuesto y no lo cubría el seguro social... Existen decenas de motivos por los cuales omitimos u olvidamos tomar un medicamento. Sin embargo, para evitar recaídas, hay que comunicárselo al médico con toda sinceridad y sin temor a la reprimenda. Hay que recordar que existe un pacto entre médico y paciente, un acuerdo fundado en la confianza. Por un lado, nosotros confiamos en sus recomendaciones en la medida en la que ellos sean honestos, claros y transparentes con el tratamiento; por otro, ellos confían en la información que les damos, de manera que nos puedan proporcionar opciones adecuadas no sólo a nuestra condición física sino a nuestra forma de vida.
3. Una de las visitas más incómodas en nuestra cultura es la que tiene que ver con la salud sexual. A veces pensamos que el médico va a juzgarnos a través de tabúes y prejuicios morales que, lamento decirlo, sólo están en nuestra cabeza o en la opinión de las "buenas conciencias". No tenemos que relatarle al médico los pasajes pasionales de nuestra historia sexual, lo importante es que le proporcionemos detalles indispensables sobre la higiene, los hábitos, las prácticas irresponsables en las que hayamos incurrido (nadie está libre de pecado) y, sobre todo, nuestro historial familiar.
4. De lo anterior se desprende otro punto crucial: quizás nos parezca que nuestro historial médico comenzó el día uno de nuestra vida, sin embargo, en nuestros genes están registradas dolencias, enfermedades, predisposiciones físicas y hasta emocionales que pueden determinar si somos propensos a desarrollar enfermedades como el cáncer, la diabetes o el Alzheimer. Ante todo, debemos confiar en que un buen doctor sabrá cómo rastrear en el pasado el origen físico de nuestras dolencias, para ayudarnos a sanar en el presente y prevenir dolencias futuras.
5. Hoy en día es bastante común que tengamos al alcance de la mano y del bolsillo tratamientos "milagro" que, lo sabemos, nos provocan daños imperceptibles a corto plazo que pueden convertirse en riesgos potenciales. No es que yo quiera hacer de abogado del diablo, pero aquí tenemos que ser honestos: pocas personas confiesan que se tomaron el tratamiento de moda porque saben que el médico les va a llamar la atención. La salud es cuestión de tiempo, paciencia y conciencia, pero en la era de lo inmediato y lo cómodo, nos es difícil asimilar la idea de un tratamiento largo e integral.
En resumen, hablarle con honestidad al doctor no significa darle los detalles "escabrosos" sino aquellos que sean útiles; el médico no va a juzgarnos desde el tabú o el prejuicio, muy al contrario, su misión es proporcionarnos información clara y actualizada sobre los padecimientos y los tratamientos que nos ayuden a recuperar y mantener la salud.

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