lunes, 18 de abril de 2011

Lobos con piel de oveja

Denisse HernándezPor Denisse Hernández  lunes 18 de abril de 2011 06:41 PDT
Hay personas que van por la vida con bandera de inocencia mientras que por dentro rebozan de vileza. Y quizás sean ellos los más peligrosos.

Los hay mujeres y hombres, y cuando en una relación de pareja nos topamos con uno de ellos, nos encontramos en una situación de verdadero riesgo, pues, si no los desenmascaramos a tiempo, pueden llegar incluso a destrozar la vida –el autoestima, la libertad- del otro con muchas artimañas con lo que se denomina como violencia pasiva.

El chantaje emocional, por ejemplo, es un tipo de maltrato psicológico muy frecuente en las relaciones de pareja que implica presionar al otro para que sienta, piense, diga o actúe como el chantajista quiere; en estos casos, el sujeto del chantaje siente que, si no actúa de la forma que le piden, estaría traicionando a dicha persona.

Es muy fácil caer en una situación de chantaje cuando hay amor de por medio, y aunque muchos hombres aseguran que las mujeres son las que más usan este recurso, el género masculino tampoco se salva; la verdad es que suele ser utilizado tan comúnmente que muchas veces, dejamos de notarlo como tal y sólo nos quedamos con un sentimiento de inconformidad, vergüenza, incomodidad y hasta culpa, al saberse obligado –voluntariamente- a hacer algo; de hecho, en numerosas ocasiones el chantaje se detecta hasta después de haber caído en la trampa, después de haber sido manipulados.

A pesar de que el chantajista no suele ser abusivo físicamente y de no recurrir a la violencia típica, las repercusiones de estar involucrado en una relación así son desastrosas.

Los seis síntomas –de interacción- del chantaje emocional según refieren los especialistas Abel Cortese y Eric Gaynor Butterfiel en su portal www.inteligencia-emocional.org son:

1. Exigencia: Hay ocasiones en que los chantajistas no expresan con tanta claridad o que quieren, sino que tratan de que el otro lo adivine. Sus peticiones en realidad son demandas que no son vulnerables a la negociación. “Es esto o es nada… elige”.

2. Resistencia: El chantajeado suele resistirse dando algunos argumentos para no hacer lo que el otro busca.

3. Presión: El chantajista en lugar de tratar de empatizar con el otro, anula por completo cualquier argumento dado y presiona para que el otro cambie de idea. Al principio puede actuar como si estuviera dispuesto a discutir el tema, pero esa discusión se convierte en un monólogo que tiene el tono de un sermón. Transforma los argumentos del chantajeado en una exposición de fallas de ella y plantea sus propios deseos y exigencias como algo sumamente positivo. Por ejemplo: "Sólo quiero lo mejor para los dos. Quiero darte más cosas. Cuando dos personas se aman, deberían desear compartir su vida cotidiana. ¿O es que no quieres compartir tu vida conmigo? De inmediato pasa a una actitud más seductora y pregunta: "¿Es que ya no me amas lo suficiente como para tenerme siempre a tu lado?

4. Amenazas: Si a pesar de esto, no cede; el chantajista hace notar que si su pedido no es concedido sufrirá las consecuencias de su negativa. El chantajista puede amenazar con causar dolor o desdicha. Podrá decirnos cuánto lo estás haciendo sufrir. Podrá tratar de conquistarte con promesas relativas a todo lo que te dará o cuánto te amará si hacemos lo que nos pide.

5. Obediencia: El chantaje surte efecto, y ante el miedo a la pérdida y al dolor que esto implicaría, la persona cede, a pesar de no estar convencida.

6. Reiteración: Al triunfo del chantajista sigue un período de paz y serenidad. Ahora que ha conseguido lo que quería, afloja la presión y la relación parece estabilizarse. El chantajista se da cuenta que la persona cede ante la presión y el chantajeado prefiere ceder que arriesgarse a la pérdida. De esta manera, ha quedado establecida la base para un esquema reiterativo de exigencias, presiones y capitulaciones.

Para librarse de un lobo con piel de cordero, es necesario ser consciente de las propias debilidades que pueden hacerle más fácil el trabajo, una persona cede ante un chantaje por una excesiva necesidad de aprobación, por miedo al enojo de quienes le rodean, por gran necesidad de paz, a cualquier precio, por una tendencia a asumir demasiada responsabilidad por la vida de los demás y un alto nivel de inseguridad con respecto a nuestro valor y capacidad.

Si establecemos límites y fomentamos nuestra propia autoestima mostraremos “los colmillos” cuando algún lobo malintencionado se acerque y evitaremos ser una víctima de de su violencia.

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